Anocheció. Una vez más, los sonidos infernales de una noche en Scelus comenzaron a surgir, las risas, los golpes, algarabías por doquier.
Ascensorem decidió salir de su tienda, no quería dormir, no quería tener esa pesadilla otra vez. No se había acostumbrado a los sueños que tenía, que a veces lo anticipaban del futuro, pero siempre terminaba soñando con Argue, el terrible Dragón de Quetzal. De pronto ya lo acompañaban los otros guardias detrás de una fogata.
—¿De dónde vienes, forastero? —preguntó alguno de ellos. —No le pregunten nada, o se verán peleando con el cretino—dijo Raldo. —Mis disculpas, guardia. En ese momento estaba enfurecido contra… —no podía delatar su ira contra el Capitán Domein— …contra aquel tenebris. Ya sabes, la adrenalina de una buena pelea. —No te enojes con él, forastero, está siendo obligado a hacerlo. Nuestro Capitán lo sacó de la cueva en la que se ocultaba, lo encadenó quién sabe cómo y le dio un destino: «Serás mi garantía antiladrones, vivirás hasta que alguien traiga las armas indicadas para asesinarte, si intentas escapar lo haré yo mismo». En realidad cuando llegó no sabía pelear ni tenía heridas o cicatrices. Aquí se corrompió.
Una vez más, el repudio de Ascensorem hacia Domein salió a flote, se preguntaba cómo se había convertido en este ser tan cruel y cínico.
—¿Qué hay del tenebris? ¿Está vivo? —preguntó uno de los guardias para comprobar la compasión del ave, que no era algo muy visto en Scelus. —Sí. Se está recuperando en mi tienda. —Se detuvo a pensar—. ¿De dónde es el Capitán Domein? —¡Tenías que preguntar! —exclamó uno de los guardias—. ¡Ahora Raldo no hablará de otra cosa toda la noche! —Los demás rieron. —Admirar a quien seguimos es un acto de honra, bestias —contestó Raldo—. Te contaré su historia. Verás, Domein claramente es un arácnido. Cuando nació por huevecillo todos sus hermanos y hermanas ya se habían ido; no tenía familia y sus conocidos lo maltrataban por lo horrible que era…
Interrumpió otro guardia en voz baja.
—Dicen que cuando era niño, su piel no era oscura, sino toda clara… Qué asco. —Si te escucha te va a succionar todo el relleno, así que mejor cállate y déjame contar —continuó—. En fin. Cuando creció se corrompió y fue sirviendo de un monstruo a otro. Mi Capitán nació observador… —No por nada tantos ojos… —interrumpió alguien más y Raldo lo calló con la mirada. —Observó y aprendió de cada uno de sus amos, hasta que sirvió a uno que estaba al frente de una gran red de piratas; cuando este le tomó confianza, el Capitán lo tomó por detrás, le mordió el cuello y comenzó a succionar hasta que solo quedaron piel y huesos. —Vaya, eso es… algo dramático —dijo Ascensorem. —Y grotesco… ¡Pero sirvió! Cuando otros súbditos de ese gran jefe abrieron la puerta de su cubículo y vieron a mi Capitán encima de él, se quedaron putrefactos y se apartaron cuando pasó en medio de todos con el cadáver, reclamando ser el nuevo jefe. —Definitivamente no me emocionaría como tú al contar esta historia —susurró el ave. —El antiguo jefe tenía un par de barcos, el Capitán Domein los cargó de armas y comenzó a asaltar otras flotas con estrategias que aprendió de sus otros amos, las perfeccionó y, gracias a eso, ahora es casi el dueño del Mar de Scelus.
Hubo silencio varias horas entre los que rodeaban aquella fogata, uno por uno se retiró asqueado por la brutal historia. Raldo, quien aún permanecía ahí, comenzaba a considerar la misma idea hasta que Ascensorem decidió preguntarle acerca de su tarea.
—¿A qué tipo de monstruo marino debo disparar mañana? ¿Cómo es? —Nadie sabe. Hemos tenido problemas con una criatura que parece manipular los fenómenos naturales como si fueran parte de él, los crea y los absorbe. Hasta ahora solo lo hemos visto en una parte del Mar de Scelus, controlándolo como si fuese un simple charco, no queremos imaginarnos lo que podría hacer con las tierras del Capitán. —He oído algo de eso, pero jamás los he visto… ni mucho menos he enfrentado a uno. Espero que las flotas del Capitán sean eficientes. —Esperamos que tú lo seas, solo vamos a llevar dos barcos baratos que ni siquiera se acercarán mucho, ya ha hundido seis que estaban completamente armados y listos para la batalla, pero no lograron más que disparar algunas balas de cañones que se desviaron al entrar al torbellino que esa cosa creó —respondió Raldo mostrando asombro y un poco de miedo.
—¿Y cómo se supone que venceré a una criatura, que desvía pesadas y potentes balas de cañón en el aire como si fuesen hojas, si soy un halcón que se mueve por aire, ataca por aire y cuyas flechas son disparadas por aire? —exclamó Ascensorem, quejándose de la petición imposible.
El guardia principal se mostró indiferente, se levantó de su lugar y le dijo:
—Eso es algo que tendrás que pensar muy bien, nos iremos al amanecer. —Y se fue.
Ascensorem no podía dormir, no debía; era necesario elaborar un plan para atacar y capturar a alguien que, al parecer, no podría ser vencido por aire, que está ubicado en el mar y que maneja todo el ecosistema que está a su alrededor.
Debía considerar todo, inclusive si esta criatura estaba defendiéndose de monstruos como el Capitán o como los que yacen en las profundidades de aquel horrible mar verde. No sabía si tenía una consciencia, inteligencia o si estaba atacando por atacar, tal vez estaba liberando algo o a alguien, con buenas o con malas intenciones.
Había hundido seis de los mejores barcos de las flotas de Scelus, su poder al parecer era ilimitado y superior, pensando en ello ¿capturarlo sería lo mejor?, si lo capturaba seguramente Domein iba a utilizarlo como a aquel pobre tenebris o tal vez extraería su poder para apropiárselo, ¿cuál sería la fuente de aquel poder?
Había muchas cosas que analizar, pero sobre todo esta: se había librado todo este tiempo de ser desplumado por el enorme precio de cada una de sus plumas de esmeralda, gracias a que se las había pintado para cubrirlas al inicio de su viaje, pero no creía que fuesen a soportar mucho tiempo las corrientes del mar ni la fuerza de la tormenta.